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Por Andrés Herrera Gré

Hablar de espiritualidades disidentes es complejo, ya que se cree que los grupos de la diversidad sexual no tienen ninguna relación con espacios o comunidades de fe. Especialmente porque estos han sido lugares donde históricamente se ha propagado la hetero-cis normatividad y se ha catalogado a las personas que somos parte de la comunidad LGBTQ+ como antinaturales y pecadores, entre otras muchas cosas más que no vale la pena repetir.

Sin embargo, a pesar del trauma religioso que muchas personas de la diversidad sexual han experimentado, se niegan a dejar de lado su fe o en otros casos, como el mío, descubrimos nuestra espiritualidad después de comenzar a vivir nuestras vidas como quienes siempre hemos sido o hemos querido ser.

Lentamente hemos avanzado a lo largo de la región, porque poco a poco se comienzan a ver comunidades de fe en América Latina, de diversas creencias religiosas, que aceptan a personas de la diversidad sexual. Claro está que la aceptación es sólo el primer paso. Después viene la inclusión, que significa ser parte de estas comunidades y poder involucrarse en todos los niveles, incluidos los liderazgos.

No obstante, el discurso religioso contra la diversidad sexual, el matrimonio igualitario, los derechos de las personas trans y las infancias y juventudes trans sigue estando muy presentes en espacios religiosos y medios de comunicación.

En el ámbito cristiano (que es el que más conozco y en el cual me movilizo), quienes deciden interpretar la biblia de manera literal usan este texto sagrado para herir y traumatizar a las personas LGBTQ+, negando nuestra humanidad y justificándose detrás de la creencia que “se ama al pecador, pero se rechaza su pecado”.

Quienes escuchan este mensaje todos los domingos, no siempre se atreven a cuestionarlo porque muchas personas han crecido con la idea de que no se puede desafiar a Dios ni a sus representantes terrenales (pastores y/ o sacerdotes).

Lamentablemente, es así como está interpretación incorrecta de la biblia se sigue propagando y el daño a las personas de la diversidad sexual continúa pasando. No es casualidad que los crímenes de odio hayan incrementado el año pasado en Chile, según reportó el XXI Informe Anual de los Derechos Humanos de la Diversidad Sexual y de Género. En particular, hubo un aumento del 145% de los episodios y denuncias por discriminación en el caso de las personas trans.

Si bien es cierto que los discursos religiosos no son el único factor (ni tampoco les estoy atribuyendo la causa) en estos casos, no deja de ser relevante y contradictorio que en espacios donde se debería promover la dignidad humana, el respeto por el otro y el amor al prójimo, se niegue la humanidad de alguien por su identidad de género y/o sexualidad.

Así como el mundo médico-científico se ha movido hacia la despatologización de la homosexualidad y transexualidad (termino que ya no se usa), es hora de que los espacios religiosos comiencen a hacer lo mismo.

En especial porque las personas de la diversidad sexual tenemos mucha sabiduría que compartir desde la resiliencia que hemos generado y la forma en que vivimos nuestra fe. Además, debido a que las nuevas generaciones no tienen los prejuicios con los que crecimos nosotros o nuestros padres y abuelos, para ellos la diversidad es completamente natural, como siempre ha debido ser vista.

Por último, los invito a que escuchen nuestro podcast Todo lo que siempre quisiste saber sobre la “ideología de género” para que conozcan más acerca de la postura que tienen los cristianos frente a este tema, qué significa ser una persona cristiana y LGBTQ+, además de qué dice la Biblia sobre el concepto de género.

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