Skip to main content

Por Claudia Mardones Bahamonde

Es extraño que aún las palabras feminismos, mujeres y violencia en espacios de fe suenen como discordantes, inadecuadas o provocadoras para algunos. Lo cierto es que están estrechamente entrelazadas y hacen una desafiante invitación al diálogo de toda persona que, honestamente, busque hacer el bien a los demás.

La violencia se manifiesta de formas diversas: física, sexual, psicológica, económica, vicaria, obstétrica, simbólica, por mencionar algunas. En este sentido, la violencia es transversal, está presente en todos los espacios sociales que habitamos porque está arraigada en grandes marcos de significación social que tienden a normalizar comportamientos y actitudes que, consciente o inconscientemente, generan daño a un otro.  Es por ello, que la violencia no está ausente en los espacios de fe. Aquí, se expresa una violencia espiritual cuando se usa o abusa de un lenguaje en torno a Dios o a creencias religiosas que generan daño al no reconocer el valor sagrado y autenticidad de la persona a partir de la Supremacía Cristiana¹. La violencia espiritual es una triste realidad que interpela y moviliza a algunos, para visibilizarla y hacerle frente, mientras a otros les es indiferente o sólo les incomoda. 

Es interesante hacer notar que, por lo general, los estudios que han profundizado en la relación entre la violencia hacia la mujer y la religión han considerado a esta última, como un factor protector ante estas situaciones. Por otro lado, desde lineamientos feministas más radicales, la religión ha sido considerada responsable de legitimar el androcentrismo, relaciones patriarcales y conductas misóginas, mediante sus discursos y prácticas.  Otras posturas un poco más amigables con la religión reconocen que brinda espacios de apoyo y compañía a mujeres que vivencian violencia, dando un sentido y propósito al sufrimiento e infundiendo esperanza. No obstante, esta perspectiva tiende a promover actitudes pasivas y de aceptación al esperar la intervención divina, mediante una actitud más bien contemplativa y de oración, sin ninguna intervención humana, prolongando con ello, la permanencia de las mujeres en situaciones de violencia, incluso en casos de riesgo vital. 

A las mujeres que habitan espacios de fe (hogares, iglesias, comunidades), además de incorporar los patrones socioculturales, que tienden a naturalizar la violencia y discriminación hacia las mujeres, les cuesta mucho más tomar conciencia sobre comportamientos y actitudes violentas debido a sus creencias religiosas, las cuales han sido, en su mayoría, enseñadas por sus abuelas, madres o alguna figura de autoridad religiosa. Muchas de estas enseñanzas tienden a legitimar una asignación de roles de género determinados y una posición de subordinación de las mujeres, como parte de un diseño establecido por Dios.  

Según ONU-Mujer, menos del 40% de las mujeres que sufren violencia busca ayuda entre sus contactos cercanos y el porcentaje de aquellas que recurren a las instituciones formales, como los servicios de salud o policías, es aún menor. Algunas prefieren callar y no denunciar porque consideran que la violencia recibida (psicológica, física o sexual) no fue algo serio o porque sienten vergüenza de su situación o miedo².  La denuncia de violencia o abuso en espacios religiosos es aún más compleja, porque, en muchos casos, el abusador es una figura al interior de estos espacios que goza de un testimonio intachable: buen marido, buen padre, buen hermano o es una figura de autoridad, un líder, pastor/sacerdote, u otro, a quien se le tiene un profundo respeto, por la posición que ocupa, la cual se entiende como dada por Dios. De manera que el daño causado a estas mujeres también afecta su fe y espiritualidad al no poder conciliar la violencia recibida con la idea de una comunidad de fe que guarde silencio e indiferencia o la responsabilizase a ella misma de esta situación, ni mucho menos con la idea de un Dios de amor que legitime tales situaciones, como ha ocurrido en no pocos casos. 

En este sentido, algunos espacios de fe han abrazado los aportes de ciertos feminismos y teologías feministas, reconociendo que, gracias a sus luchas y esfuerzos, se ha logrado avanzar en materia de derechos hacia las mujeres. Sin embargo, otros espacios de fe, con tendencias más conservadoras y fundamentalistas, tienden a rechazar y demonizar los feminismos. Los perciben como algo perverso, peligroso y responsable de promover lo que suelen llamar la “ideología de género”, todo lo cual tergiversaría el verdadero evangelio. Estas agrupaciones religiosas desconocen o simplemente rechazan los aportes de agrupaciones de mujeres y movimientos feministas a lo largo de la historia. Sin duda, hay una gran diversidad de feminismos, así como hay una gran diversidad de espacios de fe, por lo que, es imposible no valorar los aportes de los feminismos hacia las mujeres, sobre todo, su enfoque crítico e interpelación constante a la realidad social, como algo no dado, ni determinado, sino como posibilidad de transformación. 

El desafío está, para quienes habitamos los espacios de fe, en revisar nuestras propias creencias y prácticas religiosas, identificando aquellas que han sido usadas para ejercer el abuso y la violencia hacia las mujeres. Si deseamos construir espacios de fe seguros, libres de discriminación y violencia, debemos, por un lado, abrirnos a la posibilidad de cuestionar nuestras propias creencias e incorporar enfoques de teologías contextuales con perspectiva de género y/o teologías feministas y, por otro, ser capaces de romper con esa especie de teología del silencio³, que, por temor o indiferencia, prefiere no involucrarse, no intervenir, ni denunciar la violencia discursiva que, desde espacios privilegiados de fe, mantienen en sumisión y subordinación a las mujeres. Debemos construir espacios de fe donde se promueva, sin distinción de sexo el respeto, la equidad y la co-responsabilidad de las actividades del hogar, la Iglesia y la sociedad.


____________________

¹Violencia Espiritual y fenómenos religiosos que abusan de la fe (2022) de las teólogas feministas: Karina Vargas Alba Onofrio, Judith Bautista Fajardo
² Subsecretaria Prevención del Delito. (2021). IV Encuesta de Violencia contra la Mujer en el Ámbito de Violencia Intrafamiliar y en Otros Espacios (ENVIF-VCM).
³ Céspedes, A. (2014). Violencia contra las mujeres en el discurso teológico evangélico: Una contribución hacia la ruptura del silencio marginador en las iglesias evangélicas pentecostales de Colombia. Religión e Incidencia Pública, Revista de Investigación de GEMRIP, 2, 73–106.

 
Select your currency
CLP Peso chileno