Por Obed Arango Hisijara
Entonces respondió Secanías hijo de Jehiel, de los hijos de Elam, y dijo a Esdras: Nosotros hemos pecado contra nuestro Dios, pues tomamos mujeres extranjeras de los pueblos de la tierra; mas a pesar de esto, aún hay esperanza para Israel.” Esdras 10:2 (Reina Valera, 1960)
La pregunta de por qué la iglesia evangélica de los Estados Unidos apoya al candidato republicano Donald Trump ha flotado en el aire. La pregunta se puede responder de una manera sencilla pero compleja: porque la iglesia evangélica de los Estados Unidos hoy es despiadada.
Es importante fraccionar este grupo. Si bien no todos los evangélicos apoyan a Trump, otros siguen al no menos controversial Ted Cruz quien, aunque de origen Latino, podría decirse es más despiadado por irse en contra de sus propias raíces.
Asimismo, es importante mencionar que algunos sectores evangélicos hispanos han marcado una distancia con los candidatos republicanos y su discurso. Por un lado Esperanza US, liderado por el Rev. Luis Cortés, está muy lejos de seguir a Donald Trump. Desde hace 20 años, Esperanza lucha por las causas que más afligen a la comunidad latina y a la población inmigrante, siendo el Rev. Cortés un líder progresista de carácter apartidista y fiel a la fe cristiana, desde servicio social y la piedad.
Por otro lado, Hispanic Evangelicals responden a una agenda republicana y conservadora. Su líder, el Rev. Samuel Rodriguez, es miembro del comité de consejeros del también candidato de origen latino Marco Rubio. Hispanic Evangelicals y los pastores miembros, durante las recientes elecciones para candidato republicano dieron su apoyo al senador Marco Rubio, un político surgido de las filas del Tea Party. Este movimiento de base de extrema derecha irrumpió la década pasada en el partido republicano y se ha caracterizado por su tono beligerante contra los migrantes. Aunque Marco Rubio ha intentado distanciarse de sus raíces políticas, su tono contra el inmigrante recrudece cuando el ambiente lo requiere.
Recordemos que el moralismo impuesto dentro de la iglesia evangélica –el cual se traduce en la idea de “buen testimonio”- llega a prácticas de juicio social que se reflejan en el propio lenguaje. Es común escuchar términos como “inconversos”, “fariseos”, “los del mundo”, “alejados de Dios” para describir a todo aquel que no comparte su fe. Tal cualidad es el inicio de una actitud despiadada por el juicio impuesto al mundo que vive fuera de la iglesia. Este lenguaje y comportamiento puritano, inicia por medio de la “diferenciación” y termina con la excomulgación del individuo.
Siendo el concepto cultural de salvación dentro de la iglesia evangélica la predica de la salvación individual, aquel que no es convertido en dicha práctica equivale a un estado de contaminación frente a otro puro. Si la iglesia evangélica busca pureza, se purifica, y corta cabezas sin piedad o expulsa mujeres de su tierra con sus hijos. Todo lo que es “impuro” debe salir del templo, de las casas, de las vidas, de las ondas de radio, de televisión, de las galerías de arte, de las escuelas. En cambio buscan con la misma “pureza” imponerse en las escuelas, en las plazas públicas y en el tejido social, especialmente en el campo político.
Trump, a pesar de usar un lenguaje no apto para evangélicos, su discurso es de pureza, sobre todo de pureza nacionalista. Para Trump, la nación estadounidense fue grande antes de ser “invadida” por migrantes, fue grande antes de ser “invadida” por musulmanes, fue grande antes de ser “invadida” por mujeres capaces y liberales. El lema de Trump “Make America Great Again” -que se traduce “Hacer a los Estados Unidos grande otra vez”- palidece ante dos preguntas necesarias a hacer para desconstruir tal discurso: 1) señor Trump, díganos específicamente, ¿cuándo los Estados Unidos fue grande? y una vez que nos diga específicamente el periodo de tiempo al que se refiere 2) ¿para cuál segmento de la población no lo fue? Nos daremos cuenta que el discurso de temor a ser contaminados se reafirma, pues en cualquier periodo de los historia de los Estados Unidos los grupos oprimidos fueron minorías étnicas y en su mayoría de color. El discurso del magnate y dueño de casinos Trump, no solo se orienta a un lenguaje similar al de la iglesia evangélica sino a un discurso de supremacía blanca en donde las minorías “inconversas” deben servir al poder blanco y deben adoptar las formas y prácticas culturales del blanco.
Otro movimiento que ha sufrido la agresión de Trump es el Black Live Matters (Las vidas de la comunidad negra importan). Este movimiento, que nació por los asesinatos de jóvenes afroamericanos recientemente, se ha expandido por los Estados Unidos. Sus miembros han sido expulsados de manera violenta de los eventos de campaña de Trump, en varias ocasiones con su consentimiento. Para Trump ellos no son parte de la “gran America” que predica. Al rechazar abiertamente a este segmento social, establece claramente que su movimiento es de supremacía blanca.
La iglesia evangélica de los Estados Unidos, se aleja de las realidades de las minorías étnicas y de sus luchas, como los movimientos por una reforma migratoria. Para ella, el inmigrante es un individuo criminal que traspasó una frontera, y es desde su perspectiva incapaz de entender que la migración es un fenómeno humano y social, y que responde precisamente a la presiones del capitalismo global y de la historia de colonización e imperialismo. La iglesia evangélica no puede ver al inmigrante como su prójimo porque él es agente de contaminación, similar al postulado de Donald Trump. Ambos comparten un mismo lenguaje y una misma cosmovisión.
Para Trump, el negro, el latino, las mujeres y las minorías religiosas son agentes de contaminación de una “América ideal”. La purificación de los Estados Unidos únicamente es posible a través de la impiedad y del blanqueo de los Estados Unidos. Es la impiedad que practica la iglesia evangélica para mantener su pureza dentro de sus templos.
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Foto: “Los padres fundadores”. Recinto de la Independencia, Filadelfia. Obed Arango Hisijara