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Por Joana Zylbersztajn

Aunque a primera vista la relación entre medio ambiente y religión no parezca evidente, hay una serie de aspectos que esta intersección nos presenta. Podemos encontrar varios materiales periodísticos, religiosos o académicos que tratan sobre cómo las diferentes religiones ven los temas relacionados con el medio ambiente y la relación entre los seres humanos y la naturaleza. A partir de esta percepción, empezamos a identificar las conexiones entre el derecho a un medio ambiente sano y el derecho a la libertad religiosa.

Este entendimiento es relevante cuando recordamos que los derechos humanos son universales, indivisibles, interdependientes e interrelacionados. Al mirar el derecho al medio ambiente en sinergia con el derecho a la libertad religiosa, podemos percibir nuevas dimensiones para su protección y garantía.

Para desarrollar este artículo, haré esta breve contextualización de las diferentes percepciones y acciones de algunas expresiones religiosas y sus visiones sobre el medio ambiente. El enfoque en este documento no es el análisis desde el punto de vista del estudio de las religiones, sino la ilustración de la relación entre estos dos derechos humanos. Para complementar la contextualización de los puntos de vista religiosos, usaremos los estándares internacionales sobre el derecho al medio ambiente y el derecho a la libertad religiosa.

 

La comprensión de las religiones sobre el medio ambiente

Cómo ya fue mencionado, la intención de este abordaje no es hacer una evaluación socio-filosófica sobre las religiones. Lo que buscamos es reconocer que las diferentes tradiciones religiosas tienen íntima relación con la defensa del medio ambiente. Nos percatamos que la mayoría de las creencias entienden el ser humano cómo responsable por cuidar de la tierra y de todas las criaturas vivientes, especialmente por su condición privilegiada de consciencia. La búsqueda de una sociedad efectivamente sostenible está presente en diversos campos de la vida cotidiana, a través de acciones destinadas a minimizar los impactos de la acción humana en el planeta y en este contexto, el movimiento ecológico se encontró apoyado por las religiones.

En 2015, más de 150 líderes de diversas religiones emitieron una declaración conjunta en la Cumbre del Clima de la Organización de Naciones Unidas (ONU) en París. En ella, reiteraron una declaración hecha en la cumbre interreligiosa en Nueva York realizado en septiembre de 2014, donde indicaron que los líderes religiosos expresan su “profunda preocupación por las consecuencias del cambio climático en la tierra y su gente, todos confiados, como revelan nuestras creencias, a nuestro cuidado común. De hecho, el cambio climático es una amenaza para la vida. La vida es un regalo precioso que hemos recibido y que debemos cuidar”.

Las religiones monoteístas tienen en común la comprensión de que Dios ha creado todo el universo, y la humanidad, considerando su capacidad de reflexión, tiene el deber de proteger la tierra y la naturaleza. De esta manera, la dominación del ser humano no puede ser usada para el abuso de las demás especies, destruyendo la creación divina. En el cristianismo, observamos la comprensión de que el ser humano, creado como imagen y semejanza de Dios, tiene el dominio sobre las demás criaturas y por eso guarda también el deber de su protección y cuidado. Entiéndase que la falla de los primeros seres humanos de vivir en armonía con la naturaleza, no obedeciendo las directrices divinas en el Jardín del Edén, ha inaugurado la falta de armonía en la tierra. A partir de la desconexión del ser humano con su medio se ha generado las diversas formas de injusticia, dominación y explotación de las sociedades.

Específicamente en el catolicismo, en 2015 el Papa Francisco ha publicado la encíclica Laudato Si, en defensa de la preservación del medio ambiente. El mensaje principal es que la humanidad debe mostrar su responsabilidad por los lugares y las especies, ser la “administradora” de la continuidad de la vida cómo creación de Dios, cuidando del bien común y de las generaciones futuras. El pontífice pide la movilización de los líderes globales en la lucha contra una “cultura de consumo desechable” que genera la degradación del medio ambiente, en la que especialmente sufren los más pobres.

En el caso del islamismo, observamos la misma centralidad de la figura de Dios, Allah, en la relación entre el ser humano y el medio ambiente. La humanidad fue creada con el poder de pensar y debe cuidar de la obra divina, mantener la integridad de la tierra cómo su guardián. Casi al mismo tiempo de la encíclica papal, fue lanzada la “Declaración Islámica sobre el clima”, considerada como una de las mayores contribuciones a las conversaciones sobre el clima durante la Conferencia de París. El documento establece por qué los musulmanes deberían preocuparse por el medio ambiente y hace demandas a los líderes empresariales y gubernamentales mundiales.

Sobre el judaísmo, de la misma manera, encontramos la creencia de que todo el universo es obra de Dios y la humanidad no puede destruir la naturaleza. Considera el mandato que tienen los humanos de gobernar la tierra y todos los seres vivos tienen que trabajar y cuidar de “su jardín”, el cuál es propiedad de Dios. La Torá, el libro sagrado de los judíos, determina “Preserva este hermoso mundo para tus descendientes, porque si no lo haces, no habrá más posibilidades de restaurarlo”. En la tradición cabalística, Adán nombró a todas las criaturas de Dios, lo que ayudó a definir su esencia, y juró vivir en armonía con los que había nominado.

Avanzando en la mirada sobre las religiones no monoteístas, observamos inicialmente que para el hinduismo todas las vidas son de igual importancia y aunque cada una tenga un rol, necesitan estar integradas para mantener el equilibrio ecológico. No obstante, considerando la capacidad de reflexión del ser humano, su responsabilidad en la cadena natural es superior a de los otros animales. Según la tradición Vaisnava, la evolución de la vida en este planeta está simbolizada por encarnaciones divinas, comenzando con peces, pasando por anfibios, animales mamíferos hasta la encarnación en humanos. Esto conduce a una reverencia por la vida animal de la que habríamos evolucionado. El Mahabharata, texto sagrado del hinduismo, dice que, “incluso si solo hay un árbol lleno de flores y frutos en una aldea, ese lugar se vuelve digno de adoración y respeto”. Asimismo, un refrán hindú señala: “La Tierra es nuestra madre y todos somos sus hijos. La Tierra se alimenta, se refugia y se viste. Sin él no podemos sobrevivir. Si la humanidad, como hija, no la cuida, disminuirá su capacidad para cuidar a los seres humanos”.

El budismo, por su parte, aboga por una actitud simple y no agresiva hacia la naturaleza cómo ambiente para todos los seres vivos. Los conceptos de Karma y Renacimiento apuntan a una conexión entre todas las formas de vida sintientes, que son parte del todo y capaces de encontrar la consciencia espiritual. Asimismo, los ambientalistas budistas señalan que el Buda nació, alcanzó la iluminación y murió bajo los árboles. Las celebraciones utilizan los elementos naturales, como el fuego y el viento. En la creencia budista sobre los orígenes, el humano destruye el orden natural de las cosas afectando directamente los procesos naturales debido a su moralidad. A medida que comenzamos a mirarnos a nosotros mismos y a las vidas que vivimos, podemos llegar a reconocer que la verdadera solución a la crisis ambiental comienza con nosotros mismos.

Otro abordaje importante es de las religiones de matriz africana, como el candomblé y la umbanda. En esas religiones, las personas hacen “ofrendas” para solicitar ayuda y agradecer a los orixás, los entes sagrados conectados a los elementos de la naturaleza. La divinidad Oxóssi es la principal representación de la relación entre los reinos animal y vegetal, representante de la caza y de la abundancia, la conexión entre la humanidad y la naturaleza.

Finalmente, tal vez la representación más orgánica de la relación entre la espiritualidad y el medio ambiente, podemos buscar la mirada de los pueblos indígenas sobre la naturaleza. La cosmovisión indígena considera que todos los elementos naturales están integrados. El medio ambiente es sagrado, donde se encuentra todo lo necesario para vivir, inclusive conocimiento y fuerza. Las divinidades también están conectadas con los elementos naturales. Para algunos pueblos en Brasil, por ejemplo, está la figura de Tupã, espíritu del trueno, creador del cielo, mar y tierra. Los rituales hacen homenajes a la naturaleza y le solicitan protección.

 

Estándares internacionales y relación entre el derecho al medio ambiente y a la libertad religiosa

El derecho a la libertad religiosa es un derecho humano expresado en los principales documentos internacionales de derechos humanos. La Declaración Universal de Derechos Humanos, de 1948, reconoce ese derecho en su Art. 18. En 1966 el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos reafirma la libertad religiosa en su Art. 18. En la región latinoamericana, en 1948, el derecho a la libertad religiosa fue previsto en el Art. 3 de la Declaración Americana de los Derechos y Deberes del Hombre. La Convención Americana de Derechos Humanos, de 1969, corrobora la libertad religiosa en su Art. 12. El tema es tratado de forma conexa en la Convención Interamericana contra toda forma de discriminación e intolerancia de 2013.

El derecho al medio ambiente, a su vez, es un derecho reconocido de forma reciente. El Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales no lo ha previsto en su aprobación, en 1966. La primera vez que la ONU han reconocido el derecho al medio ambiente fue en la Cumbre de la Tierra, realizada en Estocolmo en 1972. En ese mismo año fue creado su Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) y posteriormente la relatoría especial para el medio ambiente. En Latinoamérica, el Protocolo Adicional a la Convención Americana de Derechos Humanos, o Protocolo de San Salvador, define el derecho al medio ambiente en su Art. 11. Finalmente, en la Cumbre de la Tierra realizada en Rio de Janeiro, en 1992, el derecho al medio ambiente sano pasa a ser integralmente reconocido dentro del ámbito de los derechos humanos.

Esto nos indica la existencia de los dos derechos en el ordenamiento jurídico internacional y comprensión de sus características. En los términos establecidos pela Conferencia de Viena de 1993, los derechos humanos son universales, inalienables, indivisibles, interdependientes e interrelacionados. Eso significa que los derechos humanos son para todas las personas, sin discriminación de cualquier naturaleza y no pueden ser negociados o suprimidos. Además, significa que para la realización de un derecho es necesario que los otros derechos también estén observados, sin distinción jerárquica. Así, si por un lado no son un valor absoluto y superior a otros principios, son un mandamiento que debe concretarse en su máxima extensión posible.

Tales características descritas muestran la centralidad de las religiones sobre la relación entre el ser humano y el medio ambiente, desde una percepción que es parte integrada de la fe. Si no hay una protección efectiva del medio ambiente igualmente si está dejando de proteger la libertad de creencia, específicamente la de que la naturaleza es una creación divina por la cual la humanidad es responsable, o una parte integrada de la propia existencia de todos los seres y de la humanidad.

 

Observaciones finales

Las diversas expresiones religiosas siempre estuvieron presentes en la historia da humanidad, tanto en el ámbito privado como en la vida pública. En la actualidad no es diferente y cada fe tiene su forma de expresión en el debate contemporáneo sobre el derecho al medio ambiente sano. Aunque no exista una “verdad común”, de manera general percibimos la importancia de la preservación de la naturaleza en las diversas confesiones religiosas.

A partir de esa mirada, con la base teórica del derecho internacional de los derechos humanos, podemos afirmar la interconexión entre libertad religiosa y la preservación ambiental. Ambos derechos humanos son igualmente relevantes y solamente podrán ser garantizados en su máxima extensión con la igual protección de los demás derechos.

El fundamento ético y moral de las religiones pasa a ser un elemento más para la defensa del medio ambiente sano, cuidando de la humanidad en su presente y, especialmente, en su futuro. Es de obligatoriedad una nueva actitud social ante la naturaleza, un trabajo conjunto de todos los seres humanos, en sus diferentes roles, haciendo posible la preservación y conservación de los recursos naturales.

 

Referencias Bibliográficas

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[Collage realizado con imágenes tomadas de unsplash.com]
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