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Por Angélica Tostes

Es imposible desvincular a la religión de los proyectos políticos tanto de dominación como de liberación en América Latina. Desde el colonialismo, es posible encontrar movimientos en los que la religiosidad sirvió para oprimir, violentar, esclavizar, así como para organizar y liberar. Hoy en día, la fuerza de la religión en América Latina y el avance de una gramática religiosa en la política institucional son notorios, ya que cada vez más religiosos, progresistas y reaccionarios, se han articulado para propagar sus proyectos, lenguajes y demandas en el cotidiano de la fe y también en las esferas de incidencia pública.

Más allá de la importancia histórica de la unión entre la fe y la lucha del continente latinoamericano, es en el cotidiano de nuestra clase donde comprendemos el papel de esta fe. Las iglesias, templos, terreiros, casas de oración son parte de la cultura de nuestro pueblo que encuentra en estos espacios acogida, sentido de comunidad y potencial para vivir sus espiritualidades de forma colectiva. En un continente atravesado por el colonialismo, la religiosidad popular también fue construcción de una identidad, aún en disputa, que sigue resistiendo. Lo que queremos aquí destacar es que la religión forma parte de nuestro pueblo, desde su cotidianeidad hasta las luchas y revoluciones que marcaron tan fuertemente nuestra historia.

Sin embargo, el fundamentalismo religioso se ha convertido en una característica presente en todos los países de Nuestra América. Tras la instauración del neoliberalismo en los territorios latinoamericanos, hubo un avance de la derecha en las esferas políticas y sociales en el continente. Este proceso se reflejó no solo en la retirada de derechos de la clase trabajadora de América Latina, sino también en discursos que debilitaban las instituciones democráticas. El fundamentalismo es uno de los instrumentos para este proyecto neoliberal y su mantenimiento, que tiene como objetivo la fijación de una verdad única, inmutable e incuestionable, siendo así anti-dialógico y anti-plural con una fuerte idealización de un pasado inexistente. Esta verdad absoluta, dogmática, va mucho más allá de la religión, construye modelos de vida políticos, económicos y sociales.

En una América Latina que ha ido cambiando su paisaje religioso de católicos a evangélicos gradualmente, principalmente en países como Honduras, Guatemala y Brasil, es importante notar los movimientos y su impacto en el conjunto. El avance de los evangélicos en el continente no es casualidad, sino que forma parte de un proyecto de poder de la clase burguesa e imperialista, aliado a una teología del dominio que busca combatir todo lo que no se ajusta a los “valores cristianos”. Por supuesto, la iglesia evangélica realiza un trabajo de base que acompaña a sus fieles en su vida diaria, ofreciendo respuestas objetivas y subjetivas a sus preguntas, brindando un sentido de pertenencia, espiritualidad, entretenimiento y sociabilidad, aspectos que el neoliberalismo ha desarticulado y mercantilizado.

En esta contradicción entre el trabajo de base y el proyecto de poder, las iglesias evangélicas se han establecido y arraigado en nuestra tierra, y con el telón de fondo del fundamentalismo religioso -que no se limita solo al evangelicalismo, sino que también abarca diversos sectores de la iglesia católica- tenemos algunas banderas que resuenan en diferentes contextos, dos destacan: i) el anticomunismo: el fantasma, y las noticias falsas, del comunismo siguen siendo un punto focal entre los movimientos conservadores de extrema derecha, con discursos que prometen destruir la propiedad, la familia y los valores cristianos; ii) consecuentemente, y con más fuerza, los discursos sobre la “ideología de género”: proyectos como “Con mis Hijos no te Metas” en Perú, la campaña “Diseño Original” en Cuba, y el movimiento Escola sem Partido en Brasil, se están volviendo cada vez más comunes, yendo más allá de cuestiones de fe y avanzando hacia políticas públicas en contra de los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres y de la comunidad LGBTQIA+, con discursos de pánico moral potenciados por las noticias falsas.

Sin embargo, ante esta realidad de proyectos fundamentalistas que se introducen en agendas colectivas y políticas, y una clase trabajadora empobrecida que se identifica con la religiosidad evangélica, la izquierda continúa sin rumbo, sin saber cómo abordar el tema de la religión que tanto menospreció. Se sabe que se debe combatir el fundamentalismo, pero ¿cómo dialogar con la clase? Y no solo la izquierda no religiosa no sabe cómo manejarlo, también los movimientos ecuménicos y progresistas religiosos, ya que muchos de ellos se han distanciado de la base y se han elitizado con academicismos y con poco proyecto popular.

Tenemos una herencia de la teología de la liberación, educación y ciencia popular, experiencias comunitarias de las comunidades eclesiales de base, una lectura popular de la biblia, tantos saberes y herramientas que necesitan ser revisitados y renovados como un compromiso con una espiritualidad liberadora. Esta espiritualidad liberadora se opone al fundamentalismo entendiendo que la verdad no es única, sino pluriforme y multicolor. Si el nuevo lenguaje religioso de las familias trabajadoras es pentecostal evangélico, es desde allí, desde un rescate innovador de nuestras teologías liberadoras de lucha, que partiremos para combatir el fundamentalismo religioso y construir un nuevo hogar donde la fe sea respetada e incluso absorbida como un lenguaje legítimo de nuestra clase. Debemos estar abiertos a una comprensión más amplia de la religión, como nos enseñó Fidel Castro: “no puede haber nada más antimarxista que la petrificación de las ideas”.

El fundamentalismo religioso no será extinguido desde nuestra racionalidad teológica, marxista, decolonial, etc., ya que es un proyecto de poder imperialista, con financiamiento estadounidense, que ha ganado corazones y mentes de nuestra clase. Nuestra disputa está en esta batalla de ideas y emociones, en el diálogo profundo y respetuoso con el pueblo creyente latinoamericano que encontró en la Biblia un camino posible de supervivencia ante las tantas adversidades vividas en nuestro continente.

Para profundizar en el tema de los evangélicos en América Latina y sus desafíos,Para profundizar la comprensión sobre el tema, recomiendo la lectura del material “EVANGÉLICOS Y POLÍTICA: Estudios sobre espiritualidad y movimientos sociales en América Latina”, publicado por Otros Cruces e Instituto Tricontinental de Investigación Social.

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(Crédito foto: Midia Ninja)

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