Por: Arianne van Andel
La crisis climática se suele vincular con escasez de recursos: escasez de agua, de alimentos, de energía, de bosques y de tierra. Gobiernos buscan frenéticamente cómo poder enfrentar la insuficiencia de agua, por ejemplo, este invierno en la capital de Uruguay, o la deficiencia de petróleo en el futuro, mediante la inversión en hidrógeno verde en Chile. A primera vista, la crisis climática causa, aparte de desastres naturales e inestabilidad atmosférica, falta de recursos básicos, algo que hace el escenario aún más preocupante que ya es.
Sin embargo, la relación entre crisis climática y escasez de recursos es un poco más compleja que lo que se ve a primera vista. En lo que sigue quiero reflexionar sobre esta relación en tres aspectos, para después evaluar el rol de las religiones frente a la situación.
Primero, la crisis climática en su origen no tiene que ver tanto con escasez, sino con la incapacidad del sistema económico capitalista de asumir los límites de los bienes de la naturaleza en el planeta. Los límites del planeta, como estudiado por el Johan Rockström, director del Instituto Potsdam para la Investigación en el Cambio Climático (Alemania), son medibles, y se sabe que hemos traspasado ya siete de los nueve, empujando los sistemas vivos a un desbalance que hace que la vida sea cada vez más insegura para nuestra y otras especies. Sin embargo, asumir estos umbrales no significa necesariamente sufrir escasez de recursos en términos calculables. El hecho de que no hemos podido respetar estos límites como humanidad está relacionado con un temor de “no tener suficiente”: un mito del sistema económico en que vivimos.
Esto nos lleva al punto segundo: ¿Qué entendemos por escasez? Definiciones básicas de economía nos enseñan primero que esta materia aborda el manejo de “recursos escasos”. La economía ya no se ocupa de lo que los seres humanos necesitamos para vivir dignamente, sino de la utilidad que tienen los recursos en el mercado. El hecho de que algo tenga valor económico y pueda venderse depende de su demanda y de su escasez. Ahí entra la dificultad de hablar de recursos escasos bajo el capitalismo, porque el sistema necesita y crea escasez para poder mantener buenos precios, mientras sobre produce para estimular el consumo excesivo y el crecimiento continuo.
Así, muchos aparatos eléctricos vienen con una obsolescencia programada, para que su vida útil sea reducida para estimular el consumo. O más grave: la guerra de Ucrania tiene directamente que ver con una competición sobre los precios del petróleo, gas y trigo. Además de generar escasez, también existe mucho desperdicio. Es inexplicable en la situación en que estamos hoy en día que en América Latina y el Caribe se pierden y desperdician cada año 127 millones de toneladas de alimentos. Aunque faltan datos actualizados se estima que son entre 15% a 30% de la comida disponible. En Chile se produce más energía solar de lo que se puede transmitir, por lo que en 2021 se vertieron 1.647 GWh. Es por eso necesario leer con sospecha todas las noticias de empresarios que ven en la escasez que produce la crisis climática, una oportunidad de ganancias. Bajo el sistema económico actual, la escasez -de agua, alimentos, combustibles y otros- enriquece a países, multinacionales, y personas concretas, quienes lógicamente tienen poco incentivo para tratar de evitarla.
Por eso, como tercer punto, es muy importante de hablar de justicia climática, cuando hablamos de la escasez de recursos que conlleva la crisis. ¿Quiénes sufren de esta escasez, y quienes ganan gracias a ella? Gran parte de la dificultad de resolver la crisis climática tiene que ver con una minoría de actores poderosos, que lucran gracias a la escasez que ella genera. Aunque es efectivo que la crisis climática, junto con la contaminación, hace que haya menos agua, alimentos y energía disponible para todos/as, por otro lado, gran parte de este problema es un asunto de mala distribución. Hay personas que siguen consumiendo muy por sobre sus necesidades, mientras otros y otras sufren de la escasez que esto causa.
¿Qué perspectiva pueden dar las religiones a esta trampa del sistema en que nos encontramos? Nuevamente, doy tres puntos.
Primero, uno de los temas más importante que enseñan todas las religiones es aprender a vivir con nuestros límites. Todas las religiones tratan el tema de nuestra dependencia de una realidad que es más grande que nosotros/as, y nos invitan a vivir en comunidad. Asumen nuestra dependencia e interdependencia, y nuestra finitud. Muchas religiones enseñan la gratitud o la importancia de lo gratuito: aquello que nos es dado por gracia. Más que enfocar en los recursos de la naturaleza como posibles productos con valor de utilidad, se habla del valor intrínseco de todo lo creado: se desmercantiliza el discurso y se habla de “bienes de la naturaleza o de los ecosistemas”. Este cambio de mirada es muy importante.
Segundo, las religiones tienen una mirada sobre lo que es abundancia o plenitud que es muy diferente al consumo ilimitado que nos predica el capitalismo. Nos libera de la adicción a cosas para sentirnos valorados, y nos enseña a compartir. El recién fallecido teólogo Franz Hinkelammert, quien ha escrito mucho sobre la alternativa que la teología de la liberación ofrece al sistema capitalismo neoliberal, reflexiona sobre la narrativa de la multiplicación de los panes y peces, narrativa que aparece en los cuatro evangelios. Según él, obviamente no se trata de un milagro “cuantitativo” de parte de Jesús, sino de una reinterpretación de lo que es abundancia: “La plenitud no es cuantitativa, sino resulta del hecho que todos se compartan de una manera tal, que hay suficiente para todos”.
Esta mirada nueva, tiene mucho en común con nuevas teorías sobre la economía de la abundancia o la economía circular. Como tercer punto, creo que las comunidades religiosas -en potencia- pueden transformarse en espacios donde se practican a pequeña escala estos nuevos modelos de justicia y compartir, encarnaciones de un nuevo paradigma económico. Ahí la plenitud y la abundancia se encuentran en la preocupación por el bien común, no en el cálculo individual de la utilidad o escasez. Se aprende a vivir ligero de equipaje, como Jesús, Buddha, y tantos otros líderes y lideresas religiosas, y cuando falta algo, se asegura que todos y todas tengan lo necesario para vivir. Es esta conciencia, presente en las origines de todas las tradiciones religiosas, que es imprescindible para frenar y hacer frente a la crisis climática.
[1] Miguel Ángel Criado, “Siete de los nueve umbrales que permiten la vida humana sobre la tierra ya han sido sobrepasados” :https://elpais.com/ciencia/2023-05-31/siete-de-los-nueve-umbrales-que-permiten-la-vida-humana-sobre-la-tierra-ya-han-sido-sobrepasados.html, accedida el 08/08/23.
[2] Definición en: https://economipedia.com/definiciones/obsolescencia-programada.html
[3] BBC Mundo, 2017, ¿Cuántos alimentos se desperdician en América Latina?”, en https://www.bbc.com/mundo/noticias-40674408, accedida el 08/08/23
[4] TERRAM, “Perdida de energía renovable se ha multiplicado seis veces en 2022” en https://www.terram.cl/2022/08/perdida-de-energia-renovable-se-ha-multiplicado-seis-veces-en-2022/, accedida el 08/08/23.
[5] Por ejemplo: https://www.blackrock.com/mx/intermediarios/estrategias/megatendencias/cambio-climatico-y-escasez-recursos
[6] Mt 14:13-21, Mc 6:32-44, Lc 9:10-17, Jn 6:1-14.
[7] Franz Hinkelammert, Totalitarismo del mercado. El mercado capitalista como ser supremo (Ciudad de México: Edicionesakal: 2018), 203.