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Arianne van Andel
Coordinadora religión y medio ambiente Otros Cruces


Mi abuela paterna era felizmente calvinista¹
y mantuvo la férrea convicción que sólo la creencia, o más precisamente, su manera de creer en la resurrección de Jesús traía la salvación y la vida eterna. Por eso mismo, recuerdo una reflexión especial que hizo una tarde que estaba de visita en su casa, cuando había una de las muchas discusiones sobre “la amenaza del islam” en las noticias de Holanda. Me dijo algo como: “Estaba pensando que Dios lo ha hecho más difícil para una mujer musulmana convertirse a Jesús que para mí. Yo nací en un país cristiano, en una familia cristiana, y me casé con un pastor. Pero ella tiene que darse cuenta de que Cristo es la salvación en unas circunstancias muy adversas.” 

Esta anécdota se me ocurrió pensando sobre el tema de la libertad religiosa en el contexto ambiental. Porque el pequeño momento de conciencia contextual de mi abuela, en su ingenua sinceridad, ilustra muchos aspectos que nosotros tampoco solemos tener muy conscientes. Primero, porque la religiosidad siempre es contextual, y por eso, la libertad con la que elegimos nuestra convicción religiosa es muy relativa. Segundo, porque la religiosidad particular que nos “tocó” tiene una relación con el ambiente y contexto donde se practica, y eso también determina cómo se vive. Hay religiones o espiritualidades autóctonas de ciertas tierras -como las indígenas- y otras que se expandieron y se impusieron en otras tierras -como el cristianismo- o tradiciones que reclaman ciertos pedazos de tierra. Hay tradiciones occidentales y orientales. La geografía siempre influye y marca. Tercero, las narrativas religiosas se vinculan con las circunstancias y las tierras donde nacieron. Francisco Orofino, biblista Costarricense dijo alguna vez que la Biblia no sabe de la abundancia de la selva, porque nació en una cultura de la escasez del desierto.

Todo esto nos indica que lo que creemos brotó de la Tierra como nosotros mismos y las otras especies. Los pueblos originarios están muy conscientes de esto, pero muchos de nosotros lo hemos olvidado, porque hemos desterrado las narrativas religiosas para hacerlas una verdad “universal”. La diversidad religiosa es parte de la biodiversidad. La riqueza de la diversidad religiosa corresponde además a la riqueza de culturas e idiomas diversos. Es muy sugerente que el rabino Jonathan Sacks interpreta la dispersión de los idiomas en la historia de la Torre de Babel como un signo de que Dios no quiso la uniformidad, sino una multitud de lenguas y culturas².

Y esto nos lleva al concepto de la libertad misma³. Sólo puede haber libertad en la diversidad. Tampoco es algo de lo que estemos conscientes a menudo. Si no hubiera diversidad, no habría nada por lo que optar, ni nada en qué contrastar o afinar nuestra identidad religiosa. Sólo en el espejo de otras opciones, se abre la libertad. En este sentido, la religiosidad se aparta de su determinación por las circunstancias en que nació. Si solo creo lo que todo el mundo alrededor cree sin poder cuestionarlo, la religiosidad sería parte de cierto determinismo natural como el clima. Pero como seres humanos podemos elegir cómo creemos, también dentro de una tradición religiosa. La libertad misma es una conquista evolutiva.

La libertad religiosa normalmente se interpreta como la ausencia de obstáculos para practicar la fe como uno quiera. Esta, según Isaiah Berlin, llamada “libertad negativa” es una forma muy reduccionista de interpretar la palabra libertad. Sin embargo, en nuestra cosmovisión hegemónica de la modernidad, la libertad se ha igualado a la libertad individualista y mercantilizada de “poder hacer todo lo que uno quiera”, o de poder comprarlo. En la práctica, esto siempre se traduce en daño a la libertad de los demás, y daño a la tierra, porque presupone una infinitud de recursos y espacio, que –tal como una religión universal– es una fantasía. Libertad sin igualdad de condiciones para todos y todas, se convierte en privilegio. La libertad necesita los límites de la libertad de los demás y las demás especies para crear la mayor libertad posible para todos y todas, un asunto que se trata de conseguir a través de la democracia.

Los límites de la libertad, incluyendo la libertad religiosa, están dados por nuestra interdependencia y nuestra dependencia de la tierra misma. Las religiones tienen una regla de oro en común que enseña esto: “trata a los demás como querrías que te trataran a ti”. Respeta la humanidad y la vida compartida bajo la diversidad. Vista de esta forma, nuestra libertad de repente se encuentra más, como muestra Jorge Riechmann, en poder frenar y postergar nuestros deseos, impulsos, apegos y convicciones inamovibles, que dar rienda suelta a ellos. Todas las religiones tienen narrativas que nos ayudan a vivir estos límites con compasión, justicia y solidaridad.

La convicción de que “mi religión es la única verdadera” y salvadora del mundo, como creía mi abuela, es usada por muchos poderes políticos o grupos que ya viven conflictos socioambientales como una razón extra para eliminar al “otro”. Viene de una comprensión retorcida de la libertad religiosa y causa mucho sufrimiento. 

Quienes, sin embargo, saben que libertad no es “a todo o nada”, sino que existen gradaciones de más a menos, y que se gana más con el florecimiento de la tierra y la libertad de otros y otras, pueden ocupar su libertad religiosa para articular la diversidad de sabidurías presentes en las distintas religiones en pos de hacer frente a los conflictos de la crisis ambiental en conjunto. Tanto como la crisis climática y la diferencia religiosa pueden exacerbar conflictos, ambas también tienen la potencia de unir a la gente en la búsqueda de sanar nuestra relación con la tierra. Saber de cuál tendencia queremos formar parte, es nuestra libre opción. 

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¹ El calvinismo es una corriente de las iglesias cristianas de la reforma en Holanda.
²
Jonathan Sacks, The Dignity of Difference: How to Avoid the Clash of Civilizations, London: Continuum, 2002, 50-52.
³ Mis reflexiones sobre la libertad están inspiradas por el libro: Jorge Riechmann, Bailar encadenados. Pequeña filosofía de la libertad (y sobre los conflictos en el ejercicio de las libertades en tiempos de restricciones ecológicas), Barcelona: Icaria Editorial, 2023.

 

 

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