Por Maxine Lowy
El llamado “conflicto” en la franja de Gaza, ha generado un ambiente de polarización entre quienes viven en Medio Oriente, pero también en quienes vivimos en América Latina. La extensión de la problemática y sus consecuencias han sido motivo de movilizaciones y tensiones entre distintos grupos sociales a lo largo de los años, incluyendo el mundo de las religiones y espiritualidades.
Si bien la importancia de elementos religiosos en el conflicto se encuentra ampliamente admitida, la realidad nos invita a promover un análisis más profundo para la comprensión de los hechos recientes, que consideren los aspectos históricos, geopolíticos y culturales para lograr ir más allá de lecturas simplistas o reduccionistas sobre lo que ocurre hoy en el territorio.
Con el fin de profundizar en estas cuestiones tenemos el agrado de poder conversar hoy con Maxine Lowy. Maxine es judía y periodista independiente con un enfoque especial en derechos humanos y memoria histórica. Es estadounidense, pero vive y trabaja en Santiago de Chile desde 1990 y ha escrito númerosos trabajos sobre temas de memoria y derechos humanos.
Antes que nada, cuéntanos un poco acerca de ti y de tu historia.
Gracias Arianne, es un gran desafío encontrar las palabras adecuadas para expresar públicamente lo que siento. Pero hay que valerse de valor porque uno no se puede permanecer en silencio.
Mis cuatro abuelos fueron inmigrantes judíos. Del lado de mi madre, llegaron a Argentina huyendo de pogromos en Rusia. De parte de mi padre, fueron húngaros, quienes llegaron muy jóvenes a la ciudad de Nueva York. Igual que ellos viajé a un país lejano- Chile- donde vivo desde 1990, cuando quise profundizar mi conocimiento de los derechos humanos.
Ni la identidad judía de mis abuelos ni la de mis padres tuvo una dimensión religiosa. Tampoco tuvo incidencia Israel en la identidad judía que me transmitieron mis padres.
Nací en una ciudad sureña de los Estados Unidos, un lugar conservador en lo político y fundamentalista en términos religiosos, donde mis padres aceptaron puestos académicos. En contraste a la mayoría de las personas alrededor, ellos participaron en el movimiento de derechos civiles. También los escuché indignarse por la intervención de USA en América Latina y contra la guerra en Vietnam.
El compromiso social de mis padres tenía sus raíces en la historia de los siglos de persecución y marginalización del pueblo judío. Eso formó el corazón de mi identidad como judía, a la que posteriormente fui adquiriendo y agregando otras capas de identidad. Es relevante destacar las múltiples dimensiones de la identidad judía, dado el contexto actual cuando muchos parecen creer que ser israelí y judía son una y la misma cosa. Y a pesar de que muchos suponen que ser judía es sinónimo con un apoyo incondicional a Israel, no es el caso. El universo judío es muy diverso. Son muchos los judíos como también los y las israelíes que cuestionamos y no nos identificamos con la política del Estado de Israel.
¿Cómo vives la situación presente desde tu propia experiencia? ¿Qué significa para ti ser judía y activista por los derechos humanos hoy?
El pueblo judío tiene siempre presente la memoria de haber sido marginalizado y haber sufrido discriminación. Esa memoria debe ser activada para condenar, denunciar y rechazar toda actitud racista y discriminatoria en nuestro país, el mundo y por cierto en Israel.
Como una persona que se preocupa profundamente por el respeto a los derechos humanos y la importancia de mantener activa la memoria histórica, es estremecedor lo que vemos en Gaza. La destrucción masiva de vidas humanas, miles de personas convertidas a condición sin casa, los ataques a lugares humanitarios como escuelas y hospitales y a lugares que fueron designados seguros por el propio gobierno de Israel. Es un castigo colectivo y son crímenes de guerra. Qué no se haga en nombre mío.
Me estremece también que el blanco de los ataques que Hamas llevó a cabo el 7 de octubre fue uno de los sectores más progresistas de la población quienes se oponían a la ocupación y al gobierno de Netanyahu. Eran personas como yo. No hay que minimizar lo que pasó ese día. Fue calculado para frenar diálogo, y lo logró. Pero la respuesta de Israel ha superado desproporcionadamente lo que se puede llamar defensa.
¿Cómo ves el lugar de “Israel” desde una visión judía? (¿Cómo se relaciona o distingue el Israel en la Tanaj, o Biblia Hebraica, con el Estado de Israel de hoy, en tu opinión?)
En la liturgia y la teología judía, las palabras “Zion”, “Israel” y “Jerushalayim” son referentes frecuentes. Originan con el cautiverio y las expulsiones por Babilonia y después por los romanos. Salmo 137, que se recita cada año en el aniversario de la destrucción del primer Templo (Tisha b’Av, este año el 12 de agosto), expresa así el dolor del exilio: “Por los ríos de Babilonia, nos sentamos y lloramos al recordar de Zión.”
Para las comunidades judías de Europa, que llevaban siglos de existencia precaria en tierras ajenas, Zion tuvo una connotación mesiánica. Recién en el siglo 19, en el contexto de nuevos ataques a las aldeas judías, se empieza a contemplar la idea real de una patria propia, un lugar de refugio. El Zionismo moderno surgió como una especie de movimiento de liberación nacional para un pueblo sin patria, como respuesta a siglos de existencia como parias. Al mismo tiempo, desde muy temprano, existían voces judías como los teólogos Judah Magnes, Martín Buber y Yeshayahu Leibowitz, y muchas figuras seculares, quienes advertían y pronosticaron una existencia precaria y poco viable para todos, a menos si se formara un estado bicultural y binacional- sino plurinacional.
Sus impulsores creían que la existencia de un país propio protegería a todos los judíos de la diáspora. Pero hemos visto que las acciones destructivas que emprende Israel pueden producir lo contrario, hacen más insegura la vida de muchas comunidades judías.
¿Consideras que existe un uso político del discurso religioso, dentro y fuera de la región? ¿Crees que este es un conflicto netamente religioso, o no? ¿Cuál es tu punto de vista al respecto?
Durante toda la historia de la humanidad, la religión ha servido para justificar la guerra y opresión. Comúnmente son intereses económicos y políticos los que encienden los conflictos y las agresiones bélicas. Lo que vemos acá es un conflicto sobre tierra y dos visiones contrapuestas acerca de quien tiene el derecho histórico al territorio que fue controlado durante siglos por el Imperio Otomano y luego por Gran Britania. Es un conflicto político que se ha manipulado ideológicamente con la religión como justificación.
Netanyahu ha podido mantenerse en el poder tantos años gracias al apoyo de judíos ultra-nacionalistas y ultra-ortodoxos, que no se preocupan por nadie que no es judío – ni tampoco por judíos que no somos religiosos ortodoxos- y menos por las vidas palestinas. Durante muchos años Netanyahu cultivó al movimiento Hamas para que no prosperara la solución de dos estados y para marginalizar a Al Fatah que sí participaba en diálogo. Igual que Hamas, no quiere diálogo. Son dos extremos en el poder que manipulan sus respectivos pueblos por objetivos de poder.
¿Cómo pueden las enseñanzas de nuestra fe promover la idea de una humanidad compartida y fomentar el respeto entre personas de diferentes creencias al interior de este conflicto?
No bastará con cesar el fuego para crear confianza y despejar el temor del otro. Como dijo Martin Luther King, “la violencia termina derrotando a sí misma porque crea amargura entre los sobrevivientes y brutalidad entre los destructores”. Mucho antes del octubre pasado, la mayoría de palestinos y de israelíes no tenían contacto con el otro – por cierto, en parte, por algo muy tangible que es el muro. El día que dejen de arder las cenizas, las religiones e instancias laicas tendrán un papel importante en crear espacios de encuentro para conocerse y reconocerse la humanidad, la historia y la experiencia personal del otro, entre palestinos e israelíes, entre musulmanes, judíos y cristianos.
La tradición, los ritos y las escrituras judíos están permeados por conceptos relacionados a la libertad, la justicia imparcial (tzedek tzedek tirdof), tikun olam (reparación del mundo), hajnasat orjim (hospitalidad y acogida) y rajmanut (compasión). Los profetas denuncian insistentemente las injusticias de su tiempo. Si uno toma en serio estos conceptos y enseñanzas, es imposible permanecer indiferente- también un precepto en sí, lo tujal l’hitaleim, ante las violaciones a los derechos humanos donde sea que se cometen, empezando con los vecinos, los primos, israelíes y palestinos.
La brecha entre la teoría y la práctica muchas veces es bastante grande en cualquier religión. Hace falta que más comunidades judías religiosas abracen la visión que estos principios se aplican más allá de sus propios perímetros.
¿Tienes alguna esperanza sobre alguna vía de resolución para este conflicto? ¿Qué futuro te imaginas con respecto a esto?
Un concepto místico judío – también de la psicología y sanación tras un trauma- dice que después de tocar fondo, puede venir cambio. Somos testigos de un momento donde se está tocando fondo, en términos éticos y políticos. Al emerger nuevamente a la superficie, debería producirse una coyuntura propicia para una transformación y para el cambio de paradigma que se requiere con urgencia.
Ese nuevo modelo de relacionarse tiene que construirse sobre la base del reconocimiento de la interdependencia que liga los dos pueblos. Será construido en base al derecho palestino y el derecho israelí de desenrollarse plenamente y existir como pueblos y estados autónomos.
Pero, primero, que cese el fuego por ambos lados.
Son varias las fuentes de esperanza.
Los jefes militares cuestionan la estrategia de Netanyahu y, cada vez más, a él mismo como mandatario, como exigían miles de israelíes mucho antes de octubre por corrupto y por su atentado a la justicia.
Otra luz de esperanza son las manifestaciones masivas en Tel Aviv que exigen cese al bombardeo y la liberación de los y las rehenes, los hatufim. Los familiares, apoyados por centenares, realizan audaces acciones: hay manifestaciones fuera de la residencia de Netanyahu, bloqueo de caminos y plasman las fotos de los hatufim en muchos lugares de la vía pública.
Existe un mandato (mitzvá) que se llama pidyon shvuyim que significa la redención de los cautivos. Surge de las detenciones arbitrarias de los judíos de los siglos pasados, y sus comunidades que tenían la obligación de hacer todo esfuerzo posible para rescatarlos. Este concepto de “redención” hace que la liberación de rehenes sea no solo un problema de seguridad del Estado, sino una obligación religiosa. Representa una importante vía de presión que puede abrir el camino para exigir no solo la liberación de los rehenes sino la renuncia del primer ministro.
¿Conoces a iniciativas de comunidades y activistas judías o basados en la fe que estén realizando un trabajo en favor de la paz y/o en la defensa de los derechos humanos? ¿Cuáles?
Una gran fuente de esperanza es, precisamente, la existencia de muchas instancias de acercamiento y de intercambio palestino-judío.
En 1947 el Premio Nobel Albert Einstein y Leo Baeck, fundador del World Union for Progressive Judaism, en carta abierta en el diario New York Times, afirmaron: “Lograr la comprensión entre los dos pueblos es posible, pese al refrán que las aspiraciones judías y árabes son irreconciliables. Las exigencias de sus extremistas sí son irreconciliables pero el judío común y corriente y el árabe común y corriente no son extremistas. Anhelan la oportunidad por construir su país compartida mediante el trabajo y la colaboración […] Nosotros creemos que cualquiera solución constructiva sólo será posible al preocuparse por el bienestar y la colaboración de ambos judíos y árabes en Palestina.”
Hoy existen notables instancias de encuentro como los que Einstein and Baeck anhelaban hace 77 años atrás. Ejemplos de organizaciones de fe que crean espacios biculturales son las siguientes:
- Rabinos por los Derechos Humanos, reúne a más de 100 rabinos en lo que llaman la voz rabínica de la conciencia. Sus voluntarios actúan como escudos para proteger a los palestinos durante la cosecha de aceitunas de vandalismo y ataques de los asentamientos.
- Friends of Roots es un grupo de religiosos colonos y habitantes de Cisjordania por la convivencia palestino-judío.
- Hand in Hand, es una comunidad y una escuela bilingue en Haifa, la ciudad más grande de una historia antigua de integración judía y árabe, que es activa en el ámbito público.
- Wahat al Salam/Nevei Shalom (Oasis de Paz) es una aldea mixta cerca de Jerusalen, fundada en 1970 en propiedad de un monasterio. Este espacio de reflexión espiritual sobre temas relacionados al conflicto se basa en ideales de trabajo por la paz, justicia y reconciliación.
Entre las organizaciones seculares se destacan:
- A Land for All,
- Combatants for Peace
- Parents Circle Forum
- Standing Together
- Mujeres Accionan por la Paz (Women Wage Peace)
¿Quieres brindarnos alguna reflexión o apreciación final al respecto de este tema?
Los judíos nos percibimos como víctimas, tendencia grabada a través de siglos de marginalización antisemita- que no es un invento de la imaginación. Pero en Israel, llevar la condición de víctima como mochila permanente puede distorcionar la percepción de la realidad. En otros contextos, quienes han sido victimizados, a veces terminan reproduciendo ese patrón en otros, o sirve de escudo para justificar sus propias agresiones. En Israel y en su defensa incondicional de parte de comunidades judías de diáspora creo ver un atisbo de eso. En estos momentos criticos, sin embargo, hace falta mirarse/nos honestamente en el espejo, Ni Israel ni Palestina desaparecerá de la faz de ese pedazo de tierra. La proyección y la existencia misma como sociedades donde todos pueden realizarse plenamente como personas depende en poder imaginar un nuevo paradigma basado en la coexistencia.
Por útlimo, quiero compartir un segmento de la oración que la sinagoga Bnai Jeshurun de la ciudad de Nueva York ha ofrecido cada shabat durante meses. Bnai Jeshurun, una de las mas antiguas sinagogas de Manhattan, resurgió como una comunidad vibrante conocida por su compromiso social a partir de la llegada en 1983 del rabino Marshal Meyer (1930-1993), notable defensor de los derechos humanos durante la dictadura argentina. Cada sábado por la mañana escucho por live streaming los siguientes versos:
“Dios espíritu de la humanidad. […] Rezamos por la capacidad de guardar en nuestros corazones, al mismo tiempo, el sufrimiento y dolor de israelíes y palestinos. Rezamos por el futuro de ambos pueblos en esta tierra, por el reconocimiento del derecho de auto-determinación y la libertad para vivir en justicia y dignidad. Rezamos para que nuestro trauma, nuestra tristeza y desesperanza no endurezcan nuestros corazones ni nos negamos a ver lo que está pasando frente a nuestros ojos. Rezamos para que se produzca un despertar, un reconocimiento de que el único camino adelante es el de la coexistencia. Para que cada persona pueda sentarse debajo su parra y su higuera, y nadie jamás volverá a sentir miedo. Que Dios bendiga a todos los pueblos con la paz. Amen. “